#relatocorto by Charitín
Era tarde, estaba empezando a anochecer y decidió salir a ver la puesta de sol. Le encantaba ver cómo se escondía y al rato le tocaba el turno a la luna. Una luz después de otra, las dos diferentes, las dos preciosas.
Estaba allí tumbada, en su lugar favorito para ver el precioso espectáculo de colores ocres, cuando se acercó por detrás y se sentó a su lado. Era su hijo, sabía dónde encontrarla.
Estaba siendo una temporada complicada, en la que las cosas estaban continuamente revueltas y eso hacía que Carol buscara sus ratos de meditación para respirar y no ahogarse en la rutina. Se sentía algo “descolocada” y necesitaba pensar, desconectar.
- Mamá, ¿por qué tienes tanta paciencia con nosotros?
- Porque os quiero.
- ¿Y por qué a veces haces cosas que te cuestan tanto esfuerzo por otras personas?
- Porque las quiero.
- ¿Y por qué no descansas más en vez de estar siempre pendiente de ellos y de nosotros?
- Porque los quiero.
- ¿Y por qué nos cuidas tanto?
- Porque os quiero.
Se hizo un silencio…y hasta cruzó un rayo verde en aquella puesta de sol.
- Pero, mamá…¿y por qué nos quieres, por qué les quieres?
Ella podía haber dicho que les quería porque se sentía bien a su lado, porque con ellos podía ser ella misma, porque les admiraba, porque podía contar con ellos, porque le hacían reír, porque confiaban en ella, porque con ellos era libre, porque siempre estaban ahí, porque le gustaba cómo son, porque podía contarles cualquier cosa, porque le apoyaban siempre, porque no concebía un futuro sin ellos, porque le hacían olvidar sus problemas, porque le complementaban, porque la entendían, porque se preocupaban por ella, porque apreciaban lo que hace, porque le conocen como nadie, porque le hacían ver el lado bueno de las cosas, porque confía en ellos, porque eran pacientes con ella, porque se cuidaban mutuamente, porque cada día aprendía algo nuevo a su lado, porque con ellos podía crecer, porque no dejaban de sorprenderla, porque respetaban su espacio, porque se sentía protegida, porque siempre le sacaban una sonrisa, porque le hacían sentirse querida e importante, porque se esforzaban por ella, porque aceptaban sus imperfecciones, porque un beso era la mejor tirita, porque los consideraba diferentes, porque ponían pasión a la vida, porque le hacían ser mejor persona, porque juntos eran invencibles.
Pero, en cambio, sonrió con ternura y le dio la respuesta más sincera que puede darse:
- PORQUE SÍ.
Y es que esa era su razón favorita, PORQUE SÍ equivalía a lo que a ella le salía del alma, sin saber realmente por qué. PORQUE SÍ amaba, PORQUE SÍ cuidaba, PORQUE SÍ...
- Cariño…apréndelo para siempre: no hay una razón para amar y, si la hay, no es amor.
Y continuaron en silencio hasta que la luna llena apareció por el otro lado.
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