domingo, 22 de agosto de 2021

TU MENTE, MEJOR AQUÍ Y AHORA

    ¿Quién no se ha sentido alguna vez superado por algún problema, alguna situación que le corroe el pensamiento y no puede dejar de pensar en ello?, ¿quién no se ha preocupado en exceso por algo que está pasando o que supuestamente va a pasar?, ¿a quién no le ha quitado el sueño alguna situación, alguna persona, algún problema que te hace estar con los ojos como platos y no poder descansar?, ¿quién no ha tenido ansiedad y se ha obsesionado por lo que le pueda estar pasando porque no puede controlar su actitud ante lo que tiene delante?

   Ayer acababa de preparar la comida y llevaba el plato caliente a la mesa. La televisión estaba puesta y comenzaban las Noticias, que arrancaban con la situación de Kabul…y se me cayó el alma a los pies cuando vi la desesperación de esas personas.

   Mientras cocinaba, había estado inmersa en mis pensamientos, en mis preocupaciones, en cosas que me quitan el sueño y me producen ansiedad y que, claramente, aún no he aprendido a gestionar. Después de ver las imágenes, me sentí idiota. Valoré todo lo que tengo. El simple hecho de poder ir a la nevera, preparar lo que me apetezca, abrir el grifo y llenar la botella de agua. El haber podido ir a trabajar y volver el lunes. El poder compartir esa comida con mi maravillosa familia (la suerte de mi vida, por cierto). El poder descansar después en el sofá saboreando un bombón. El poder coger el teléfono y hablar con mi madre. Tenemos tantas, pero tantas cosas, tan maravillosas pero tan cotidianas, que se nos olvida darles valor. Sólo por eso tendríamos que estar plenamente felices y, sin embargo, anteponemos las preocupaciones más o menos tontas de cada día. Es como si nos pusiéramos orejeras de burro y sólo viéramos lo que tenemos delante sin ampliar nuestras miras.

   Y entonces pensé que nos creemos demasiado importantes, que somos tan egoístas que sólo nos quejamos de las pequeñas cosas que se nos tuercen, que nos estresamos de todo y por todo, de que quizá, tenemos que mirar desde arriba, desde muy arriba, más allá de lo que ven los pájaros y observar nuestra situación. Quizá no es tan mala, quizá sólo nuestra mente nos juega malas pasadas, quizá tenemos que aprender a relativizar, quizá va siendo hora de valorar lo que tenemos con tanta intensidad como cuando nos quejamos de lo que no.



   Siempre hay gente peor que nosotros, en cualquier situación en la que nos pongamos. Es un insulto para ellos preocuparnos por pequeñeces y tonterías. No vamos a dejar de hacerlo porque es natural al ser humano…pero sí que podemos aprender a gestionar esas emociones positivamente, a recordarle a nuestra mente todo lo bueno que tenemos, a negociar con nosotros mismos si nos merece la pena el insomnio, a levantarnos sonriendo y relativizando aquello que no nos encaja o no nos gusta de lo que nos está sucediendo. A veces dramatizamos demasiado, de manera irracional, ridícula y absurda.

   “Un hombre se le acercó a un sabio anciano y le dijo: -Me han dicho que tú eres sabio…. Por favor, dime qué cosas puede hacer un sabio que no está al alcance de las demás de las personas. El anciano le contestó: cuando como, simplemente como; duermo cuando estoy durmiendo, y cuando hablo contigo, sólo hablo contigo. Pero eso también lo puedo hacer yo y no por eso soy sabio, le contestó el hombre, sorprendido.

   Yo no lo creo así, le replicó el anciano. Pues cuando duermes recuerdas los problemas que tuviste durante el día o imaginas los que podrás tener al levantarte. Cuando comes estás planeando lo que vas a hacer más tarde. Y mientras hablas conmigo piensas en qué vas a preguntarme o cómo vas a responderme, antes de que yo termine de hablar. El secreto es estar consciente de lo que hacemos en el momento presente y así disfrutar cada minuto del milagro de la vida.”

   Voy a intentarlo, voy a poner mi energía en lo que realmente importa y en quienes me importan. Y no dejar que mi mente dé vueltas a lo que no. ¿Me sigues?

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