domingo, 6 de febrero de 2022

FLUIR O NO FLUIR...THIS IS THE QUESTION

   ¿A cuántos de nosotros nos ha tocado reinventarnos en alguna época de nuestra vida? Ya sea por trabajo, por amor, por enfermedad…el día a día es un cambio continuo.

   Hay temporadas en las que las aguas están más tranquilas y nos agazapamos en nuestra zona de confort, pero tarde o temprano vienen las olas y empieza todo a moverse de nuevo.

   Nos acostumbramos a rutinas, nos acomodamos y cuando estamos a gusto con lo que teníamos, tendemos a ofrecer resistencia al cambio porque pensamos que lo que pueda venir será peor o, simplemente, nos da pereza o, quizá, miedo.

   Lo cierto es que en ocasiones los cambios se presentan sin esperarlos, otras veces ya los ves venir y, cuando ofrecemos resistencia, solemos buscar culpables para aplacar nuestra rabia o frustración ante lo que llega y que remueve nuestra zona de confort. 

   Nos sentimos en “crisis”, pero crisis significa (como un gran profesor me enseñó en el colegio) “cambio” y no tiene por qué tener significado peyorativo. Suelen abrirse un montón de posibilidades que, probablemente, terminaremos por agradecer.

   Aprender a fluir nos ahorra muchos sufrimientos innecesarios, sobre todo cuando no está en nuestra mano la decisión de ese cambio.

   La resistencia puede provocar mucho sufrimiento.

   Así que mi invitación de hoy es a fluir, a intentar encontrar posibilidades fuera de la zona de confort, a tener una actitud positiva ante los cambios, aunque nos cueste y aprovechar las infinitas posibilidades nuevas que surgirán si ayudamos al proceso con una actitud positiva.

 


Y, como suele gustarme ilustrarlo con un cuento, aquí va uno que me encanta:

 “Hace muchos, muchos años, en un monasterio chino vivía un aspirante a monje con muchos deseos de aprender. Un día, su maestro le dijo que iban a comenzar a viajar por el país.

El candidato, muy ilusionado, se preparó para ello. Estuvieron andando unos cuantos días y finalmente llegaron a un pueblo donde vivía una familia muy humilde. Les pidieron alojamiento y comida y la humilde familia les acogió y compartieron con ellos lo que tenían. El aspirante a monje les preguntó que cómo subsistían.

  • Pues…tenemos una vaca. – dijo el cabeza de familia.

El aspirante le miró con interrogación y el hombre añadió.

  • La vaca nos da todo lo que necesitamos, nos da leche, nos da queso que luego cambiamos por otra comida, y ya está.

Por la noche, el monje le dijo al aspirante.

  • Ahora, cuando estén dormidos, tira la vaca por el barranco.
  • Pero…¿cómo voy a hacer esto? – contestó asombrado el aspirante.- ¡La vaca es lo único que tienen y es su sustento!

 El monje no dijo nada, se dio la vuelta y se fue.

El candidato estuvo mucho tiempo pensando qué debía hacer y, como respetaba mucho a su maestro, fue a buscar a la vaca y la espantó para que se fuera. Luego le entró tanta culpabilidad que se fue y no volvió al monasterio. Pasó días viajando y pensando en la pobre familia que se había quedado sin su sustento principal. Siguió viajando y pensando y decidió trabajar y ahorrar para algún día comprarles una vaca. Se sentía muy culpable.

Al cabo de unos años, después de trabajar duramente y reunir el dinero para comprar la vaca, el aspirante volvió al pueblo. Se acercó a donde estaba la humilde casa y vio un coqueto hotel, rodeado de un gran huerto, un lago y patos nadando en él. Se acercó al hombre que estaba sentado en la entrada y preguntó.

  • Perdone, ¿aquí vivía una familia muy humilde que hace unos años tenían una vaca?

 El hombre le miro y dijo.

  • Si, si, somos nosotros.

El aspirante lo miró y dijo.

  • Pero… ¿cómo han prosperado tanto?
  • Pues mire, un día, la vaca de la que vivíamos desapareció. Al principio nos preocupamos mucho, ¿de qué íbamos a vivir? y entonces tuvimos que pensar. Vimos que nuestra tierra era muy buena para plantar verduras, y pusimos un huerto que floreció y dio frutos enseguida. Con las verduras hicimos intercambio por otros alimentos, y el resto las vendimos. Con el dinero que ganamos compramos algo de ganado, y lo vendíamos, y con ese dinero pudimos ampliar la casa y alquilar habitaciones… y ya ve, ahora tenemos el único hotel de la ciudad.”

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario